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martes, 19 de noviembre de 2013

Cuando nuestro corazón se rompe...


De amor no se muere, pero se deja de vivir...
Síndrome de corazón roto.  Cardiopatía de Tako-tsubo
Cuando vivimos experiencias extremas, como la muerte de una persona, una emoción fuerte, como el rompimiento con la pareja, un accidente, la muerte de nuestra mascota, etc., nuestro sabio organismo genera cantidades suficientes de metanefrina y serotonina que anestesian nuestro cuerpo.
Esa conmoción le da tiempo a nuestro organismo para que sobreviva, es como si nos diera una ataque cardíaco.
Por eso nos duele el pecho, nos falta el aliento y en ocasiones presentamos ahogamientos. De ahí que sea real la expresión: morir de amor. 
 El mal de amor desaparece lentamente, el mismo cerebro se encarga de ordenar al organismo volver a equilibrarse, algunos requieren de días, otros semanas y los hay que necesitan meses. Incluso hay personas que viven años anclados al pasado y aunque físicamente no mueren de amor, si dejan su vida colgada en un gancho del armario...
Así que cuando alguien asegura que “se está muriendo de amor”, no está del todo equivocado, ya que hay varios factores emocionales y físicos que acompañan a este malestar. 
Por ejemplo, la depresión causa un muro para que no podamos sentir y vivir la vida plenamente, las personas tienen un sentimiento como si estuvieran perdidos o aislados, y esto se debe por cambios en el cerebro y el flujo de sangre en el mismo.
En la corteza cingulada, la responsable de la regulación del dolor físico y emocional, hay más actividad. Por eso, las personas deprimidas, suelen sentir más dolor físico también, corriendo mayores riesgos de desarrollar enfermedades cardiovasculares.
La única solución a esta desestabilización emocional y física, es dejar que el tiempo logre regular nuestro sistema para poder al fin, seguir con la vida tranquilamente, también podemos tomar tés de hierva de San Juan, escuchar música alegre, bailar, hacer ejercicio al aire libre, en pocas palabras, vivir!
No está mal aceptar el dolor como parte de la existencia humana, cada cuál decide el tiempo que se instalará en su experiencia. Sólo te invitamos a reflexionar en la maravilla que es vivir y que cada instante que desperdicies en sufrir no se recobra jamás. 
Desde que nacemos el reloj de arena empieza a funcionar, cada grano es maravilloso, tu tiempo terminará lo aceptes o no, así que: A Vivir! El dolor nos permite crecer, desarrollar un mundo interior que nos hace fuertes y capaces de madurar.

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